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Leo Frobenius: los mitos de la Atlántida, el panteón sagrado y la cultura yoruba


Manlio Triggiani | 06/07/2021

Iduna vuelve a publicar un texto de hipótesis sobre la isla que se hundió en el abismo y desapareció en el aire. Pero son hipótesis sin pruebas científicas. El hombre siempre se ha preguntado por el nacimiento del mundo y de su propia civilización.

Mircea Eliade ha situado la cosmogonía (el nacimiento del mundo) y los mitos en los orígenes de la civilización como un aspecto relevante en las comunidades humanas. El estudioso rumano ha identificado un aspecto fundamental: en el centro de todas las civilizaciones no han faltado los mitos que traducían historias reales sucedidas en un imaginario que daba fuerza a la identidad y tradición de los pueblos. El mito de la Atlántida ha sido un mito que ha vuelto periódicamente al primer plano del imaginario occidental, casi como si se tratara de relatar y descubrir el lugar de origen del mundo. El primero en hablar de ello fue Platón en dos diálogos: Critias y Timeo. Platón explicó los orígenes de este mito: Poseidón tenía una isla, la Atlántida, donde destinó a sus hijos que dieron vida a una próspera civilización basada en lo sagrado. Sin embargo, pronto llegó la decadencia y lo sagrado dejó de tener la importancia de antaño.

Zeus, enfadado, envió terremotos e inundaciones que en un día y una noche provocaron el hundimiento de la isla y la muerte de todos sus habitantes. En la imaginación, la Atlántida ha seguido siendo (sobre todo en la literatura) un lugar de maravillas, un lugar mítico. En realidad, se volvió a hablar de la Atlántida tras el descubrimiento de América por el navegante genovés Cristóbal Colón. Se ha planteado la hipótesis del origen atlante de las poblaciones amerindias. Desde entonces las hipótesis se han multiplicado. En 1882, el escritor estadounidense Ignatius Donnelly publicó un libro que causó sensación porque afirmaba, sin ninguna prueba concreta, que todo el conocimiento del mundo procedía de esa isla que se había desvanecido en el abismo tras una catástrofe. Poco después, un joven estudioso de las civilizaciones antiguas, enamorado de África, comenzó a estudiar y difundir sus teorías.

Era Leo Viktor Karl August Frobenius (1873-1938), que había estudiado los libros de Friedrich Ratzel, fundador de la geografía antrópica, una rama de la geopolítica alemana. Frobenius elaboró la teoría de los «círculos culturales», una visión global que aportaba hipótesis sobre el movimiento de los pueblos en diversos periodos históricos, a lo largo de milenios. El antropólogo prusiano era nieto de Heinrich Bodinus, director del Parque Zoológico de Berlín y amigo de muchos exploradores de la época. Desde la infancia, el pequeño Leo estuvo muy influenciado e interesado en este tipo de investigación. Entre sus lecturas se encuentran las memorias de viaje y estudio de Stanley, Wissmann, Peters, Livingstone, etc. A medida que crecía, empezó a visitar museos etnográficos en Bremen, Leipzig, Hamburgo y Basilea. Su tesis sobre el tema africano no fue aceptada por las universidades de Basilea y Friburgo porque se consideró que no tenía base científica.

En 1904 consiguió organizar una expedición al Congo, en la zona de Kasai, en aquel momento propiedad personal de Leopoldo II de Sajonia Coburgo, rey de Bélgica. Posteriormente, organizó una docena de misiones. Entre 1910 y 1912, visitó Nigeria y Camerún. En el suroeste de Nigeria permaneció mucho tiempo en Ile-Ife, capital religiosa del antiguo reino de Benín y centro de la cultura yoruba. Entró en contacto con el pueblo yoruba, conoció a algunos sabios y se inició en la religión tribal. Así tuvo la oportunidad de conocer lo sagrado según la civilización yoruba. Frobenius observó cómo las referencias religiosas y mitológicas de la estructura sagrada de esas poblaciones recordaban en cierto modo a las de otras poblaciones de la antigüedad.

Su hipótesis de estudio, que causó sensación y se difundió por todo el mundo a pesar de que Frobenius no era miembro de la Academia, era la siguiente: en la antigüedad una civilización occidental preclásica pudo haber tenido contactos con África Occidental. No había pruebas de estos contactos, era sólo una hipótesis, pero ciertamente el nivel de civilización de los yoruba era claramente superior al de otras comunidades africanas. Observación real que fue corroborada posteriormente por otros estudiosos. Frobenius llamó a este contacto «residuo atlante», otros estudiosos lo rebautizaron como «residuo blanco».

Frobenius, inquisitivo y curioso, era un hijo de su tiempo y un firme partidario de la Alemania imperial y colonial Guillermina y sostenía que entre las poblaciones africanas había algunas que tenían un alto nivel de creatividad y espiritualidad. Todas estas teorías, estos estudios y la certeza de que habría habido un contacto en tiempos primitivos entre los pueblos atlantes y los de África occidental, los recogió Frobenius en un libro, Die atlantische Goetterlehre (La doctrina sagrada atlante). El libro se reedita ahora en italiano con el título I miti di Alantide. Un libro interesante porque trata y estudia la mitología, la estructura social de los yoruba, la vida religiosa y el panteón de los dioses de esa civilización.

Leo Frobenius: I miti di Atlantide. Iduna (Diciembre de 2020)

Fuente: Barbadillo