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¿Es la democracia el denominador común de todos los males?


Santiago Prestel | 12/04/2024

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Vivimos tiempos oscuros. Difíciles para los españoles y los europeos. Tiempos en donde se nos persigue por el simple hecho de ser lo que somos. Aumento de la pobreza, tasa de paro absolutamente disparada, aumento exponencial de la delincuencia, incremento de las violaciones, barrios obreros destrozados donde la inseguridad es el día a día de muchos trabajadores nacionales. Nos encontramos a las puertas de una tercera guerra mundial, organizada por los de siempre (la élite política y burguesa), quienes quieren convertir a nuestros jóvenes en un amasijo de carne para satisfacer sus intereses financieros y mercantiles.

Pero si nos fijamos detenidamente podemos darnos cuenta de un denominador común: la forma de gobierno existente, tanto en España como en la Unión Europea, es la democracia burguesa y liberal surgida al amparo de la revolución francesa. Los males del pueblo, de todos los pueblos y las naciones, tiene un nombre: democracia. La democracia es, sin lugar a duda, el brazo armado más poderoso del capital y junto, con la ideología liberal, quien está destruyendo nuestras naciones, arrebatándonos de esta manera nuestro bien mas preciado: la soberanía nacional. Porque, hoy en día, ni España ni ningún país es soberano. En los países europeas no toman las decisiones quienes de verdad deben hacerlo, que no son otros que los trabajadores. Es inaceptable que medidas que afectan a un agricultor de Almería sean tomadas de forma parasitaria y arbitraria por un sucio burócrata de la farsa democrática de Bruselas.

Como he mencionado anteriormente, la democracia es la verdadera destructora de las naciones. Esto es así porque lo necesita el sistema: los demócratas no pueden permitir naciones fuertes por un simple motivo: una nación fuerte es el sistema de seguridad que proporciona cobertura a los ciudadanos y que les permite desarrollar una vida verdaderamente plena, sin depender de las élites. Los que nos encontramos en el bando de los pobres, de aquellos a quienes se nos esta robando todo, necesitamos de la nación porque, como dijo Ramiro, «solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria». De ahí que estos ataques furibundos contra la patria perpetrados por el sistema democrático tienen un fin: hacer cada vez más dependientes del sistema a los ciudadanos, para reforzar así la idea de que la democracia es necesaria. Así se precarizan los trabajos, ahogando hasta la extenuación a los trabajadores, los jubilados no pueden encender la calefacción en invierno y nuestros jóvenes no pueden emanciparse de casa para poder formar una familia.

De esta manera, la nación se convierte en la fortaleza que debemos defender, pues será esta la que, más tarde o más temprano, nos defenderá. Solo así podremos alcanzar el ideal de la justicia social o de la redistribución de la riqueza a través de nuestra patria. Porque frente al ideal mercantilista del capital con su execrable idea del libre mercado nosotros oponemos la del ser humano como portador de valores universales, que no tienen precio. Porque la democracia nos está robando la humanidad. Este sistema ha hecho creer al ciudadano que participa de las decisiones metiendo un papel en una caja cada cuatro años. Han eliminado al sujeto político que es intrínseco al ser humano al vivir en comunidad. El triunfo del no-ser frente al ser. Es por ello que, frente al no-ser democrático, nosotros defendemos al ser, pues solo se puede ser y existir plenamente en los brazos de la madre patria, que es la que nos brinda la oportunidad de tener una vida plena, en todos los ámbitos de lo bueno y de lo justo.

Porque en estos tiempos de desesperación quizás tengamos que recurrir a medidas desesperadas. Porque nuestro amor a la patria es un amor absolutamente desesperado por no verla caer. Porque nos duele España y lo que están haciendo con ella. Porque nos duelen nuestros compatriotas, al ver como los tiranos democráticos los están arruinando.

Nosotros tenemos un sueño: el de la patria, el pan y la justicia. Pero para poder cumplir ese sueño, necesitamos liberarnos del yugo democrático, que nos encamina sin remisión alguna a nuestra desaparición como pueblo. Vamos tarde, muy tarde, ya que todo está por hacer.

Otrosí: el fin de la democracia es, ante todo, una cuestión moral. Un sistema donde se permite una relación de desigualdad entre quienes lo practican: por un lado están los políticos quienes ostentan el poder de forma tiránica y cruel y por otro la ciudadanía que asiste atónita a sus múltiples desmanes, como los incesante casos de corrupción. Porque toda relación de desigualdad es coercitiva y la coercion es siempre una imposición heteronoma de fuerza. Es hora de invertir esta relación de desigualdad. Es hora de acabar con ella. Es hora de que la nación, como máximo ente, creado por los ciudadanos, tome el lugar que le corresponde. El de ser la luz que guie el camino de sus hijos hacia la consecución de los más altos y nobles ideales que hoy no están permitidos.

Santiago Prestel: Contra la democracia: Un alegato contra el peor sistema de todos. Letras Inquietas (Marzo de 2024)