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Los estadounidenses dentro, los rusos fuera y los alemanes debajo


Markus Siira | 17/02/2024

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A los comentaristas de política exterior y de seguridad de Finlandia y otros países de la Unión Europea les preocupa si Estados Unidos seguirá «protegiendo a Europa» a través de la OTAN si, después de Biden, el mercurial Donald Trump volviera a erigirse en líder simbólico de Estados Unidos.

Ocupe quien ocupe la Casa Blanca, Washington nunca ha actuado en el continente para proteger a los europeos de amenazas externas. El objetivo último de la «cooperación transatlántica» ha sido controlar y dominar a los países de la eurozona e impedir el ascenso de una potencial potencia rival procedente de Europa.

En cuanto a la queja de Trump sobre el bajo gasto en defensa de la eurozona, es el trabajo de los políticos estadounidenses hacer tales críticas, porque ellos (tanto demócratas como republicanos) actúan como vendedores de la industria armamentística propiedad de la élite gobernante de Occidente.

E incluso si los países de la OTAN no alcanzan las cuotas requeridas, Estados Unidos, con sus bases militares, sigue sin querer abandonar Europa, sino mantenerla como un sujeto estratégico sin una política exterior y de seguridad independiente. Dudo que incluso Trump, a pesar de sus amenazas, cambie esta situación.

Para consolidar su propia hegemonía en declive, Estados Unidos ha obstruido durante mucho tiempo una visión geoestratégica alternativa basada en la cooperación económica y de seguridad entre Europa y Rusia. Hizo falta una fuerte dosis de influencia híbrida para contrarrestar tales ideas: la rusofobia y la amenaza de una gran guerra.

Yo diría que uno de los objetivos del conflicto ucraniano era abrir una brecha entre Europa y Rusia para preservar el propósito angloamericano de la OTAN y mantener, en palabras del antiguo Secretario General de la alianza militar Hastings Ismay, «a los estadounidenses dentro, a los rusos fuera y a los alemanes debajo».

Las sanciones estadounidenses a Rusia son la principal razón del colapso de la economía alemana, por ejemplo, pero a los finlandeses con el cerebro lavado por la cultura popular estadounidense no parece importarles. Al contrario, se imaginan que tienen razón al exigir más sumisión y miseria a sus amos estadounidenses.

Además del «americanismo» inculcado a la opinión pública, el comportamiento de la élite política también demuestra que la mayoría de los líderes y partidos europeos no actúan para promover el interés nacional, sino que, como el presidente finlandés saliente, Sauli Niinistö (y la futura figura de la política exterior, Alexander Stubb), siguen órdenes de Washington que van en detrimento de la seguridad nacional.

Nota: Cortesía de Euro-Synergies