Paul-François Paoli, ya conocido por nuestros lectores por varias obras publicadas por L’Artilleur y Éditions Pierre-Guillaume de Roux, nos ofrece hoy un breve ensayo de panfletista de 149 páginas sobre las complejas relaciones entre Francia y Córcega, en privado desde 1768.
Panfletista, en la medida en que su panfleto se tuerce el cuello con una gran cantidad de malentendidos transmitidos por los nacionalistas sobre una hipotética opresión de la que Francia habría sido culpable hacia el pueblo corso y que explicaría el creciente desencanto de los isleños hacia el continente.
El autor evita con cuidado cualquier grandilocuencia, cualquier ideología, y se limita a los hechos, a la historia. La oportunidad para él de volver en detalle a los lazos seculares que unen a Francia con este pequeño pueblo de diversos orígenes: fenicios, griegos, pisaneses y genoveses.
Desde Carlomagno, que vino a liberar Córcega de los sarracenos a petición del Papa, a Bonaparte que pasó del paolismo al jacobinismo antes de convertirse en emperador de los franceses, pasando por Sampiero Corso que hizo su carrera militar en los ejércitos de Francisco I y luchó Frente a la dominación genovesa en la isla, el autor nos hace atravesar toda una serie de coloridos personajes que atestiguan los vínculos inquebrantables entre Francia y Córcega.
Fue con la llegada al poder de Luis Napoleón Bonaparte, luego con la llegada del Segundo Imperio, explica Paul-François Paoli, que los isleños se sentirán plenamente integrados en la sociedad francesa hasta el punto de participar con entusiasmo en la epopeya colonial de Argelia, Marruecos, Túnez, Madagascar e Indochina, abandonando la cuestión de la independencia durante un siglo. La Tercera República, completará la francización de Córcega administrativa, lingüística y culturalmente, con las consecuencias que conocemos sobre el declive de la lengua. Sobre este último punto, el autor no se limita a condenar estúpidamente a Francia, admite de buen grado que una nación más política que geográfica en esencia, fuerte en múltiples regiones con identidades muy marcadas, debe unificar el conjunto, como mínimo. Evoca su caso personal, su padre que subestimó la cultura oral insular y llevó a la cúspide la lengua francesa cuya riqueza y sutileza celebró, sentimiento compartido por una mayoría de corsos a lo largo del siglo anterior que no se plantearon ni un solo momento el Riacquistu de los años 70. «Affari in francese» («Negocios serios en francés»), decían los adultos.
Para el autor, la ruptura comienza realmente a partir de 1962 con el fin de la Argelia francesa y la repatriación de los Pieds-Noir en la isla que conducirá, en agosto de 1975, a la escalada desproporcionada de los acontecimientos en Aleria. La tesis que inerva el ensayo de Paul-François Paoli, que hace su singularidad y su potencia, y de la que basta con señalar la validez discutiendo un poco con los isleños, es que los corsos se sienten franceses cuando Francia es fuerte y amante. de su destino.
La evolución actual del nacionalismo corso no puede explicarse tanto por una oposición frontal al jacobinismo como por el rechazo a una Francia que va camino de perder su identidad tras perder su soberanía y las principales palancas del poder. Una Francia impotente cuyos males representan en última instancia una amenaza para el pueblo corso. Se cuestiona, obviamente, la aspiración de parte de nuestras élites a un universalismo abstracto que prohíbe de facto cualquier asimilación de los recién llegados a su modelo, porque no se asimila a lo universal sino a lo definido, a lo particular. Entonces, ¿cómo puede sorprendernos que los corsos se alternen, de una elección a la siguiente, entre Jean-Guy Talamoni y Marine Le Pen?
La pregunta que nos hacemos al cerrar el libro es la siguiente: ¿la política migratoria de Francia no corre el riesgo, a largo plazo, de que pierda Córcega de forma permanente? Un ensayo imprescindible.
Paul-François Paoli: France-Corse: Je t’aime moi non plus. L’Observatoire (Junio de 2021)
Fuente: Boulevard Voltaire