Uno de los personajes principales de la película Pactar con el diablo (desdichado producto del director Taylor Hackford) es el mismísimo Satán, a quien da vida un afectado Al Pacino. En la secuencia climática del filme, éste le confiesa pletórico a su hijo/pupilo (interpretado por Keanu Reeves) que el siglo XX ha sido todo suyo: no le resta sino felicitarse con jocoso regodeo por su demoniaco dominio supranacional.
Olvidando tan caricaturesca caracterización, Pactar con el diablo –una superproducción de la factoría sinárquica Hollywood- porta en sus metros de celuloide una gran verdad (¡el padre de la mentira no siempre miente!), y es que el siglo XX ha resultado el gran siglo anticristiano de la historia, en mayor medida incluso que el masónico XVIII, gracias por sobre todo a un evento sin parangón histórico: la debacle postconciliar, con la abdicación de una jerarquía católica debilitada y su posterior infiltración por elementos anticatólicos, y que en estas últimas décadas de ominosa deconstrucción de la Ley de Cristo (que alcanza con Bergoglio cotas de hiriente desfachatez), ha perpetrado el mayor golpe de timón al consolidar definitivamente entre los católicos novus ordo el rechazo (consciente o inconsciente) a la Iglesia tradicional, única depositaria del Magisterio legítimo.
Estas mutaciones se han venido realizando poco a poco, sutil y subrepticiamente, sin levantar mediáticas polvaredas… La teología postconciliar denota en cualquier caso un profundo anticatolicismo, hasta el punto de que un erudito de la categoría de Federico Rivanera Carlés ha tenido la certeza de hablar de una «Iglesia postconciliar neojudía», tomando en cuenta no tanto la ambigua posición oficial del Vaticano como el estudio de los teólogos postconciliares (herejes neomodernistas del calibre de Karl Rahner, Hans Urs von Balthasar, Yves Congar, Bernhard Häring, Henri de Lubac, Edward Schillebeeckx o Hans Küng, entre otros lobos con piel de cordero/enemigos de la Iglesia), auténticos cerebros del viraje… De aquellos polvos vienen estos lodos.
Mi último libro, Satanocracia: La destrucción de del Viejo Orden Cristiano, aspira a identificar la erosión de la Roca a partir del estudio del oleaje de heterodoxias propiciadas por un contexto histórico-político inestable, cuyas primeras fisuras comenzaron a manifestarse en el ya alejado siglo XIV con el auge de la filosofía nominalista.
El ensayo defiende la tesis de que para decodificar el significado de la Satanocracia se precisa de un conocimiento histórico de los siete últimos siglos de disolución de la Cristiandad, por cuanto el Nuevo Orden Mundial se ha venido desarrollando desde la sombra de la sombra, incentivado y financiado por la oligarquía invisible a través de sus dinastías plutocráticas. Para ello, dichas élites satánicas han recurrido a procesos de infiltración sutiles encaminados a desolar la Iglesia: son siglos de manipulación y reescritura de la Historia, que los malos historiadores, adoctrinados y/o dirigidos por el Sistema, suelen omitir en beneficio del relato oficial, insatisfactorio pero resultón –de cara a una comprensión convincente por las inteligencias quietas.
El libro compendia el estudio de este proceso inexorable, activo en los últimos siglos y llevado a cabo en al menos cinco fases consecutivas, a saber: 1) Renacimiento, 2) Reforma protestante, 3) Revolución (masónica) francesa, 4) Revolución bolchevique y 5) Postmodernidad / Nuevo Orden luciferino. A estas fases se añaden dos más, pendientes de consumarse: 6) Era Mesiánica y 7) Gobierno de la Bestia. Para que este magistral plan se cumpliera ha sido preciso focalizar en un punto de fuga teológico todas sus aspiraciones inconfesables: la Satanocracia triunfante puede al fin jactarse de haber arrasado la Iglesia tradicional subsistente, usurpada por una contra-teología postconciliar virtualmente corruptora de «lo católico» tal y como era entendido hasta mediados del siglo XX.
José Antonio Bielsa Arbiol es historiador, locutor radiofónico, crítico cinematográfico, docente, escritor y ensayista. Licenciado en Historia del Arte y graduado en Filosofía por la Universidad de Zaragoza.