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Un precedente: Condorcet y el «progreso indefinido»


José Antonio Bielsa Arbiol | 10/06/2021

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

El sueño de la inmortalidad no es pues producto de los enfermizos intelectos de la posmodernidad, ya que se remonta a la oscuridad de los tiempos más remotos. Su lectura materialista-pragmática, sin embargo, debe vincularse indudablemente a la Ilustración, y más concretamente a la figura del célebre Nicolas de Condorcet (1743-1794), quien fue el primero de sus teóricos sistemáticos.

Discípulo de Voltaire (a quien dedicó una biografía), Condorcet participó en la escritura de la Enciclopedia, descollando como matemático y político. A los 16 años ya había presentado su primer trabajo de análisis matemático; a los 26, ingresó en la Academia de Ciencias, de la que fue secretario a partir de 1773. Fue diputado de la Asamblea Legislativa y de la Convención. A pesar de no pertenecer a ningún partido era amigo de los girondinos. En 1793 fue acusado por el gobierno y encarcelado un año después. Finalmente se suicidó en la prisión; antes de ello, escribirá su obra clave en filosofía de la historia y la más reputada de las suyas: el Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano. Publicado póstumamente en 1795, este Bosquejo… supone antes que nada una teología invertida, donde el autor desarrolla el dogma de la religión del progreso de la humanidad (anticipando así al positivista Auguste Comte), que supuestamente sustituiría el sentimiento religioso tradicional (la fe en Dios Trino era sustituida por una vaporosa fe en el hombre, preludiando lo que estaba por venir).

Por cuanto el Bosquejo expone las ideas del progreso constante (difiriendo bien poco en líneas generales de la aceleración por previsiones tecnológicas de la Iniciativa 2045), su interpretación de la historia de la humanidad aparece como modelo de la historia de la ciencia. Este enfoque (propio de una tecnolatría) porta consigo una ciega confianza en el «progreso científico» inherente a la idea del progreso constante, hoy renovada, y que dirige el pensamiento condorcetiano.

(…)

Como consecuencia de esta radicalización, colige Condorcet, las ciencias sociales y morales tendrían que adoptar el método de las ciencias naturales (positivismos), para así perfeccionar las instituciones sociales y, por extensión, la propia naturaleza humana.

(…)

Condorcet, un primitivo a fin de cuentas, sólo es el primer gran sistemático que otorgó seriedad intelectual a lo que los grandes intuitivos habían siquiera acariciado antes. El siglo XIX traerá consigo algunos precursores importantes (pensemos en la descabellada idea del superhombre, de Nietzsche), abriendo el camino a la eugenesia industrial, los genocidios demográficos y, por sobre todo, la posibilidad de la inteligencia artificial (IA), con su estallido durante la segunda mitad del siglo XX.

José Antonio Bielsa Arbiol: Avatar 2045: Atrapados en la granja tecnotrónica. Letras Inquietas (Mayo de 2021)

Nota: Este artículo un extracto del citado libro