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Con velos y tangas: los nuevos conversos al islam


François Bousquet | 08/03/2023

Desnudas o con velo, estas influencers, antiguas estrellas de los reallity shows convertidas al islam, cuentan con millones de abonados y dictan comportamientos a una juventud zombi.

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Nadie ignora hasta qué punto las leyes de la imitación y el parecido están en el corazón de la reproducción social. Los hombres lo saben al menos desde Aristóteles y su famosa mímesis. Se modelan unos a otros, como calcos, por ondulaciones, como decía el gran sociólogo Gabriel Tarde. Suelen seguir el modelo dominante y ajustarse a él. Así funcionó más o menos la asimilación en Francia durante mucho tiempo, hasta que el derecho a la diferencia y las llamadas políticas de reconocimiento rompieron el mecanismo. Pero el hombre está hecho de tal manera que no puede escapar a las leyes de la imitación. Lo que ha cambiado, sin embargo, es el modelo dominante. Ya no es el francés autóctono quien lo establece, sino el colonizador. Así pues, la asimilación sigue funcionando igual de bien, pero a la inversa. Así lo demuestra el fenómeno de las conversiones al islam. ¿Cuántas divisiones? Desde hace diez años, se maneja perezosamente la misma cifra dudosa: más o menos 100.000 conversos.

Hasta los años 80, estas conversiones se referían a una élite en busca de espiritualidad u orientalismo, siguiendo el ejemplo de René Guénon y Maurice Béjart. Las conversiones se hacían caso por caso. Hoy son colectivas, como en la época del Bajo Imperio, cuando los pueblos vencidos adoptaban la religión del vencedor. Hasta hace poco, esto era más visible en los suburbios, donde jóvenes aculturados abrazaban la fe islámica para ajustarse al modelo dominante. Se les podía encontrar en los campos de fútbol o en la cárcel.

Cosmética del islam

Pero no todos optan por el Estado Islámico; cada vez son más los que prefieren las finanzas islámicas y sus paraísos fiscales emiratíes. En el atlas de la sharia y el bling, La Meca está ahora en Dubai e Instagram es su profeta. El sociólogo estadounidense Mike Davis ya había descrito este mundo en El estadio dubaití del capitalismo (2007): la versión climatizada del islamismo, en los países del Golfo, donde un montón de chicas de las televisiones siliconadas, recién convertidas, reinventan una vida aderezada con los colores de Las mil y una noches. Influencers, estas «ex» de Les Marseillais, Les Ch’tis, Les Anges y Secret Story han sucumbido a los encantos del arab-fishing y del islam-fishing (jugar con una identidad árabe-musulmana para atraer abonados). Detrás de la conversión hay también una búsqueda mimética de una arabidad fantaseada que se consigue mediante el parecido físico.

La especificidad de estas mujeres neomusulmanas es que todas se parecen, tomando prestados sus rasgos rediseñados por la cirugía plástica de Kim Kardashian y Nabilla. Pestañas postizas, uñas postizas, los mismos implantes de pómulos, la misma operación de nariz, los mismos labios carnosos. Antes eran las Clodettes, ahora son las Clonettes, fabricadas en serie según los cánones estéticos de la sociedad del espectáculo. Han cambiado sus vestidos ajustados por djebbas sueltas y sexys. Es difícil distinguir entre la Shahada, la profesión de fe en Alá, y el cha-cha-cha. Es la generación del tanga con velo. Antes nos oponíamos a ellos, pero ahora el tanga y el velo se han convertido en una misma panoplia reversible, perfectamente adaptada a la ostentación de Dubai. Después de los reallity shows, ahora tenemos la telepredicación; con la telepredicación, la televenta.

Las redes sociales, ¿el nuevo agit-prop árabe?

¿Nombres? Aquí van unos cuantos, todos hijos de la telerrealidad, todos conversos, todos macroinfluencers afincados en Dubai, salvo Marine El Himer, en Marruecos, que aparece alternativamente velada y desnuda (1,6 millones de seguidores en Instagram) y Dylan Thiry, ex-Koh-Lanta, que tiene mucho negocio. Hacía espectáculos en directo con un imán en los que se convertían jovencitas (1,5 millones de seguidores en Instagram).

¿Las otras? Milla Jasmine, cuyo verdadero nombre es Marie-Charlotte Germain, que celebra tanto Halloween como el Ramadán (3,2 millones de seguidores en Instagram). Su hermana también se ha arabizado: llámala Safia y ya no Gwendoline Germain. Sarah López (1,6 millones de seguidores). Marc Blata, casado con Nadé Blata, apodados «los Balkanys de Dubai»: 4,2 millones de seguidores en Instagram (hasta que la cuenta de los Blata, acusados de fraude, fue eliminada). Fidji Ruiz, de nombre real Zohra Fidji Micheline Ruiz (2,1 millones de seguidores en Instagram).

Más que negocio, lo que compran los hombres desde la noche de los tiempos es poder. Y el poder es islámico. Al menos, así lo percibe una juventud zombificada. «La Grecia conquistada ha conquistado a su feroz conquistador», decía el viejo Horacio. Somos Europa colonizada por sus antiguas colonias. Pero nuestra Atenea se llama Fátima, y Homero es Omar. No es que hayamos ganado nada con el cambio.

Fuente: Boulevard Voltaire