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El asesinato de Daria Duguina o el holocausto de Europa


Aladino Yáñez-Valdés | 25/08/2022

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Los pueblos de Europa asisten al macabro espectáculo de su auto-aniquilación. Han pagado, y aún lo siguen haciendo, por disponer de una butaca donde sentarse cómodamente y así contemplar, comiendo palomitas, el proceso de exterminación de su patria.

No tardarán en cambiar de papel: de su función pasiva, consumista, en calidad de espectadores (esta es, en efecto, la «sociedad del espectáculo») se moverán rápidamente y sin percatarse a otros espacios funcionales más dolorosos: esclavos y víctimas de un horrendo holocausto. El holocausto de Europa.

Están sucediendo graves cosas. En medio del bombardeo de obuses y de noticias insulsas y manipulaciones, el mundo está cambiando y ya de hecho hemos cruzado el umbral hacia otra era. El europeo medio, el español medio, no lo sabe. Se sienta a observar y trata de adaptarse a la antimoral orwelliana: la verdad es mentira, la mentira es verdad. La guerra es la paz… y suma y sigue.

La antimoral mediática y el perverso juego del lenguaje es algo muy conocido en nuestros lares. Las víctimas asesinadas brutal y fríamente por ETA, «fallecían». Como quien muere de cáncer o por accidente de tráfico. Así titulaban diarios «patrióticos» vascos, los de signo separatista. El delito de sangre era «lucha armada». El otro día, de forma idéntica, los principales diarios y cadenas del sistema globalista hablaban de la «muerte», no asesinato, de una joven de apenas 30 años, Daria, hija del filósofo Aleksandr Duguin.

Esta chica, filósofa como su padre, activista convencida de la causa eurasiática y anti-globalista, murió por sus ideas. Nadie en Occidente podrá, sin quedar marcado, condenar este crimen. La línea oficial, otanista y yanqui, reza así: las ideas de su padre, Alekansdr (las mismas que las de su hija) eran intrínsecamente criminales. Amén. La línea oficial es que el filósofo ruso, el supuesto «Rasputín de Putin», en el fondo se lo buscó. Se lo buscó por ir contra el único imperio que es «bueno», el yanqui o, más exactamente, el imperio turbocapitalista neoliberal. Se lo buscó por dar cobertura ideológica a la invasión de Ucrania. Se lo buscó por educar así a una hija. Se lo buscó por otorgar fundamento metafísico y geopolítico a su imperialismo pan-ruso, etcétera.

En resumen. Hay terrorismo condenable y terrorismo no condenable, por lo que parece. La historia nos suena demasiado familiar. En España (y en las Vascongadas muy particularmente) deberíamos estar ya curados de esto. Cuánto progresista miraba para otro lado cada vez que los cuerpos de inocentes saltaban rotos por los aires gracias a las acciones «patrióticas» de gudaris que buscaban la autodeterminación… y cuánto filisteo aceptaba (acepta) reunirse y pactar con gente que trocaba la palabra asesinato por la aséptica y cínica de «muerte» o, incluso, «ejecución».

Occidente es, esencialmente, la antimoral. Sobre la manipulación de su propia historia y sufrimiento ha ido construyendo su mito de maestra y rectora de la humanidad. Ese mito ha caído en descrédito en tres cuartas partes del planeta. Occidente, esto es, el imperio turbocapitalista y neoliberal, pretende domeñarle, pero ya se va notando que su impotencia y degradación son imparables. Con las últimas campañas de rusofobia y de chinofobia en los ámbitos mediáticos, y con el neocolonialismo ejercido por todo lo ancho y largo del mundo, pero incluso en la misma Europa occidental, no podemos dejar de advertir, si mantenemos la cabeza fría, una evidencia: la era es otra. Tienen sus días contados. Un mundo multipolar, como de hecho ya es el nuestro, no puede soportar la antimoral yanqui y otanista. Segar a bombazos la vida de una joven, o tratar de asesinar al padre de la misma por sus «delitos ideológicos» (pensar «incorrectamente» o luchar con las ideas por su patria, Rusia) no puede fundamentar ningún Imperio civilizado. Los medios otanistas han caído en el terrorismo puro y duro, el más crudo e insoportable.

Ahora reactivarán la yihad chechena, el «neonazismo» interno, los «oligarcas» descontentos, las logias y sanedrines, los opositores untados debidamente. Ahora seguirán fabricando nuevos Hitler, y a lo que se ve, Putin y Duguin ya lo son. El imperio turbocapitalista ya razona igual que los «antífas» masacrados por el acné adolescente: «al fascismo ni se le discute, se le extermina». Biden, lo mismo que su imperio genocida (¡recordemos en España nuestro 1898) ya no tienen nada de adolescente. Su truco de ir por la vida con la guisa de «antifas», sabiendo como sabemos todo acerca de sus revoluciones de color, golpes militares, sus centros de tortura, sus experimentos sociales, sus bombas nucleares y bioquimicas… No parecen buenos chicos idealistas y «antifas». Es un imperio ya demasiado viejo y enemigo de la humanidad.

Hay buenas editoriales españolas que traducen y editan a Duguin: Fides, Letras Inquietas, EAS, Hipérbola Janus… Perdón si me olvido de alguna. Compren sus libros y léanlos. E infórmense sobre quien fue Daria. Comparen su biografía con la de muchas jóvenes españolas diseñadas, cual productos en serie, por el imperio del dólar. Miren a su alrededor y comparen. Busquen ese grado de compromiso y de afán de superación en las españolas y europeas occidentalesde su edad, poco más o menos. No es fácil… Mientras todo se pudre en torno a usted, defiéndase leyendo. Y sálvese condenando siempre la muerte de inocentes. Y líbrese de condenar las ideas. No hace falta que le agrade la filosofía de Duguin, pero no le condene a muerte a este hombre por ello. Con máximas tan simples, salvamos Europa y nos deshacemos de Occidente.