Destacados: Agenda 2030 | Libros | Ucrania | Vox

       

Artículos

El drama interminable de la ley trans


Lidia Falcón | 24/10/2022

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

Por enésima vez el PSOE ha logrado retrasar una semana más el debate del proyecto de ley trans, que lleva yendo y viniendo del despacho de la ministra Irene Montero al Consejo de Ministros y de este a la Comisión Igualdad toda la legislatura. Este baile, que contemplo asombrada, debe de estar organizado con toda intención, cuyo final quizá acabe cuando la legislatura no de más de sí. Pero, ¿por qué? Según cuentan, el proyecto obtuvo el visto bueno tanto del PSOE como de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros y de allí pasó a la Comisión de Igualdad donde se ha encallado. Pero no por casualidad.

Esa monstruosa ley que pretende abolir la realidad humana, parece producto de una fantasía distópica más angustiosa que Frankenstein. Por ello, no sólo las feministas, que reaccionamos contra el ataque más grave que hemos sufrido las mujeres en los dos siglos de existencia del movimiento, estamos indignadas por semejante legislación sino también, al fin, se ha sumado un centenar de médicos de variadas especialidades a la crítica que estamos haciendo a lo largo de tres años el Partido Feminista de España, el Borrado de las Mujeres, y otras asociaciones como la de madres de menores Amanda, a la par que docentes, filósofos, deportistas y medios de comunicación.

Que ese proyecto siga existiendo, a pesar de la oposición directa que tuvo de Carmen Calvo, vicepresidenta primera del gobierno, que le costó el cargo, y la de las más conspicuas dirigentes socialistas como Amelia Valcárcel, que han argumentado hasta la saciedad el disparate que supone eliminar los sexos de la biología humana, significa que el lobby trans se ha instalado en nuestra sociedad con el poder y el dinero que posee. No sé si es éste el motivo que impulsa a Irene Montero a defenderlo tan obsesivamente como lleva varios años haciendo, porque de otra manera no se entiende su empecinamiento en aprobarlo, que no ha puesto en frenar la violencia contra la mujer, ni por supuesto en abolir la prostitución ni prohibir los vientres de alquiler. Más que la Ministra de Igualdad (me gustaría saber a qué igualdad se refiere) debería llamarse la Ministra de la Misoginia.

El titular de El País «El PSOE renuncia a tocar el corazón de la ley trans» es muy significativo. En primer lugar considera que el PSOE es un todo uniforme que apoya sin críticas ese proyecto, y desde luego explicita que «el corazón» de la ley es «la autodeterminación de género en menores». Ese privilegio en los mayores no se pone en discusión. A lo único que ese sector dominante en el partido pone alguna duda es a equiparar la llamada «violencia de género» con el nuevo palabro «violencia intragénero».

En este drama shakesperiano en que la obsesión patológica de Irene Montero por aprobar ese engendro legal choca con la resistencia de las feministas socialistas, las falacias se multiplican. La ministra asegura, con total seguridad, que la ley cuenta «con un gran consenso social y también político», cuando es absolutamente falso.

En este momento, después de tres años de ardua batalla del Partido Feminista por difundir a la opinión pública el desastre humano que supondrá esa famosa ley, y de las numerosas críticas que ha provocado en los colectivos feministas, cien profesionales de la medicina de varias especialidades, concernidos en su labor profesional respecto a la patología de la «disforia de género» y los tratamientos a aplicarse, se han pronunciado -¡al fin!- con toda rotundidad, contra los propósitos de hormonar y castrar menores que va a aprobar la ley. Así mismo, la asociación DOFEMCO, de profesionales de la educación hace meses que se ha pronunciado contra ella, indignadas por los propósitos de adoctrinar a menores en la llamada «autodeterminación de género». La asociación Amanda, de madres de niñas y niños que pretenden ser trans por la influencia de la publicidad que está haciendo el lobby trans en la escuela y en las redes sociales, se ha manifestado últimamente ante el Congreso de los Diputados y ha patrocinado un encuentro multitudinario para explicar la aberración que supone convertir a niñas y niños sanos en enfermos, dependientes de medicación de por vida. Y para Irene Montero las críticas constantes, apoyadas por asambleas y manifestaciones, que están formulando el movimiento feminista no tienen ningún valor, puesto que ni nos cita ni siquiera nos recibe.

Con una desfachatez propia de los jerarcas de la dictadura, se atreve a afirmar que existe consenso social, cuando el 99% de nuestra sociedad ignora todavía el tema de esta polémica. La farsa de solicitar la opinión pública en el plazo previo a la toma en consideración sólo es propia de las estrategias del franquismo que también convocaba referéndums. No se obtuvo la participación de que presumen, porque bien se ha impedido que nadie haya podido comprobar si las cifras que exhiben son ciertas.

Todavía resulta más ridículo que alegue consenso político cuando el PP, PNV, Vox y otros partidos minoritarios se han pronunciado en contra, y el PSOE anda dividido, como se comprueba precisamente por el retraso que acaba de aprobar en la Comisión de Igualdad, ratificado por las declaraciones públicas de Carmen Calvo, presidenta de la misma, en el Congreso de Rota celebrado hace un par de semanas.

Resulta no solamente decepcionante comprobar como una dirigente política, que se atribuye su pertenencia a la izquierda, manipula y miente, sino, sobre todo, peligroso para el mantenimiento de la limpieza democrática. Si aceptamos que un cargo político falsifique los datos y los exhiba públicamente para conseguir su propósito de conculcar la ciencia y las evidencias humanas, con el único propósito de ganarse el aplauso de ese colectivo que muestra tanto poder, es que ni sabemos lo que es la democracia, con la participación real del pueblo, ni tenemos moral social.

Esa ley que pretende abolir la realidad de los dos sexos humanos existentes, que se salta la declaración de madurez que por consenso hemos establecido en 18 años, que va a inducir a niños y niñas de 8 años a prestarse a bloquear sus hormonas, y más tarde incluso a la castración y las mastectomías, convirtiendo a muchas y muchachos bien construidos y sanos en inválidos y mutilados, con graves patologías mentales, será causa de múltiples desgracias personales y familiares. Nuestra sociedad será una sociedad inmoral, que acepta que ya no existan ni mujeres ni hombres, ni padres ni madres, substituidos estos sustantivos definitorios con los absurdos constructos lingüísticos de “progenitores gestantes” y ”progenitores no gestantes” , “seres con vulva y seres con pene”, y otras lindezas semejantes.

Nuestras madres y padres, y los profesores y los médicos y los biólogos y los antropólogos y los psiquiatras y los juristas y los filósofos y los políticos y toda persona en el pleno uso de sus facultades mentales, tienen que oponerse pública y rotundamente contra semejante proyecto, para que la señora Montero no pueda volver a presumir del «consenso social» que dice que concita su engendro legal.

Denis Collin: Transgénero: Un posthumanismo al alcance de todos los presupuestos. Letras Inquietas (Noviembre de 2021)