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Iglesia y Estado en la Rusia contemporánea: la misión trascendental


Sergio Fernández Riquelme | 21/04/2020

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Cada año el presidente y el primer ministro asistían a la celebración de la Navidad ortodoxa el 6 de enero (Epifanía), en la segunda década de Putin en el poder la legislación sancionaba las ofensas a las creencias religiosas o sancionaba la propaganda de las relaciones no tradicionales en menores de edad, y Estado e Iglesia ortodoxa (IOR) colaboraron en la defensa de los intereses rusos en Ucrania (oponiéndose ambas a una iglesia ortodoxa independiente o autocéfala en ese país, que a su juicio siempre había dependido del Metropolitano de Moscú) o en la protección de los cristianos perseguidos durante la Guerra en Siria.

Hechos que mostraban este proceso de recuperación material y espiritual en la sociedad rusa de la ortodoxia, llegando a la normalidad institucional y el apoyo mutuo. Según el Instituto de Sociología de la Academia rusa de las Ciencias, entre 2009 y 2012 el número de cristianos ortodoxos alcanzó el 79% de población, al registrar un crecimiento de 7 puntos porcentuales. Además la IOR construyó y restauró 25.000 templos a lo largo de los últimos 25 años (cada ejercicio fueron inaugurados alrededor de 1.000 templos), según la información del arzobispo Hilarion de Volokolamsk.

Importantes ejemplos de esta renovación se dieron cuando en enero de 2014 más de 400.000 personas visitaron la reliquia de los Reyes Magos (cofre del oro, del incienso y de la mirra) procedente del Monte Athos (Grecia) en la Catedral de Cristo Salvador; cuando se recuperaron procesiones ancestrales en grandes urbes San Petersburgo o Ekaterimburgo; o cuando el mismo Putin asistió asiduamente al legendario Monasterio de Vaalam (en una isla casi sobrenatural en el lago Ládoga), inauguró una enorme estatua de San Vladímir frente a las murallas del Kremlin, o visitó la zona rusa del mismo Monte Athos ocupando el antiguo lugar reservado al emperador bizantino.

Una iglesia con futuro

En 2017 la IOR registró un importante aumento de vocaciones en el país, con el número más alto jamás registrado hasta ese momento en la formación para el sacerdocio en su 261 eparquías o diócesis (un 19% más). 5877 seminaristas que se preparaban para la ordenación, 1593 jóvenes se formaban para el sacerdocio y 827 estaban inscritos en el curso preparatorio o propaedeuticum. Contaba además con dos canales de televisión de implantación nacional: Spas (del Patriarcado) y Tsargrad (del activista ortodoxo Kostantin Maloféyev), y presentaba buenas relaciones con el Papado romano (desde la época de Benedicto XVI) y con el resto de religiones oficiales del país.

Influencia social y política notoria, y pública, que provocó debates sobre la excesiva colaboración entre Estado e Iglesia en el país (tanto por sus crecientes recursos, como su papel casi oficial en actos militares o gubernamentales); y las recurrentes críticas de los grupos prooccidentales impulsados por Open Russia (grupo local de la» red Soros») en torno a la construcción de nuevas Iglesias (como en Ekaterimburgo), la recuperación de su viejo patrimonio (como San Isaac en San Petersburgo), o la defensa de los valores sociales tradicionales (en sintonía total con el gobierno, excepto en el tema de la prohibición o limitación pública del aborto). Colaboración que daría, finalmente, su gran fruto en la reforma constitucional de 2020: la carta magna rusa recogería por fin una mención a Dios y protegería la institución del matrimonio natural.

Misión ortodoxa y nacional plenamente integrada, para el Patriarca Kirill, en el debate y actuación ante los retos de la globalización en Rusia y en el mundo. En uno de sus textos más recordados, el discurso «Rusia y occidente: El diálogo de los pueblos en busca de respuestas a los retos de la civilización» en la apertura del XX Consejo Mundial Popular ruso de 2016, proclamaba:»Sería correcto hablar, no de los caminos de desarrollo de Rusia y occidente que están yendo uno hacia el otro, y no de un vector de desarrollo de Rusia que intenta alcanzar al otro, sino, después del gran científico ruso Nikolai Danilevsky, reconocer el camino paralelo de desarrollo de nuestras sociedades. Paralelo en este caso no significa aislado. Paralelo no implica la exclusión mutua. Paralelo insiste en la identidad y el derecho a la existencia de dos caminos de desarrollo. Sobre la base de los principios cristianos del orden mundial divino, que son la libertad y el amor, debemos afirmar la igual dignidad de todas las culturas y civilizaciones, con exclusión de cualquier intento de dictar e imponer unas normas políticas y culturales unilaterales, debemos buscar el entendimiento mutuo, la cooperación equitativa y mutuamente enriquecedora. La base de las relaciones, tanto entre los seres humanos individuales como entre las comunidades humanas, debe basarse en la cooperación y la colaboración, pero no en detrimento de sus intereses, y sin nuevas líneas divisorias adjudicando etiquetas como las de mundo civilizado, mundo bárbaro, el eje del bien, o el eje del mal. Nos enfrentamos a desafíos comunes (…) y los representantes del mundo ruso, llamamos a prestar atención no sólo a los cambios en las condiciones externas de nuestra existencia, sino también a los cambios en nuestro interior, que afectan el alma humana. (…) Creemos que hoy en día no se puede eliminar de la agenda el problema de la actitud inhumana hacia los niños no nacidos, lo que lleva consigo los abortos en masa, la destrucción de la institución familiar, la erosión de los valores morales básicos, el ataque agresivo contra la cultura religiosa tradicional, que, en particular, se expresa en la política de deliberada descristianización a gran escala. El socavamiento de los fundamentos morales de la existencia humana que ocurre ante nuestros ojos, amenaza con la deshumanización del mundo. No es por casualidad que los futurólogos aumenten cada vez más el tema de lo posthumano y el transhumanismo, cuya doctrina de la pronta resolución de la naturaleza humana y la aparición de una nueva clase de seres inteligentes, se está haciendo cada vez más popular. (…) Solo en el marco de este diálogo podemos encontrar respuestas a preguntas acerca de cómo derrotar al terrorismo, cómo proteger a la familia tradicional y el derecho de los niños no nacidos a la vida, la forma de garantizar el equilibrio migratorio, de combatir el hambre y las enfermedades, la forma de respetar las creencias del otro al darse cuenta de que la libertad debe tener límites morales».

Iglesia y Estado en la Rusia contemporánea

1. El gran martirio
2. El renacer ortodoxo
3. La misión trascendental

Sergio Fernández Riquelme: El renacer de Rusia. Letras Inquietas (Abril de 2020).