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Reportajes

El gasto militar europeo se dispara: ¿y la autonomía estratégica?


Frédéric Lassez | 01/05/2023

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El reciente informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, que realiza un seguimiento del gasto militar en todo el mundo, establece una vez más una lista de récords que preferiríamos no tener.

La tendencia es al alza por octavo año consecutivo en 2022, con un total acumulado de 2,24 billones de dólares. Estados Unidos se mantiene en primer lugar, con 877.000 millones de dólares, es decir, el 39% del total del gasto militar mundial, tres veces más que China, número dos del podio, con unos 292.000 millones de dólares.

La guerra de Ucrania provocó el mayor aumento (+13%) en Europa, con un importe de 345.000 millones de dólares, un nivel superior al registrado al final de la guerra fría.

Una Europa armada y con casco reaparece así tras varias décadas de sueño bajo la sombra protectora del gigante estadounidense. En 2003, en su libro La Puissance et la Faiblesse, el historiador y político neoconservador Robert Kagan tenía esta fórmula: «Los europeos vienen de Venus y los americanos de Marte».

«Europa está en proceso de alejarse del poder», observó Kagan en el momento de la segunda guerra de Iraq. Cree que puede entrar en un mundo «donde reinen la ley, la regulación, la negociación y la cooperación entre naciones», un «paraíso posthistórico». Por el contrario, Estados Unidos sigue «empantanado en la historia, desplegando su poder en el mundo anárquico descrito por Hobbes, donde no se puede confiar en las leyes y normas internacionales, y donde la verdadera seguridad» sigue dependiendo de «la posesión de poder militar y su uso».

Veinte años después, según la gran narrativa que nos han impuesto, Europa ha despertado. La ingenuidad se ha acabado para siempre. La amenaza rusa está a las puertas y China está emboscada detrás de Moscú. Las campanas de alarma suenan en Bruselas y la Unión Europea, cada vez más estrechamente vinculada a la OTAN, se alinea para la batalla.

El pasado mes de marzo, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la presentación de su informe anual, se felicitó por el gasto militar alcanzado en 2022, pero instó a los países miembros a realizar esfuerzos aún mayores. «Nos movemos en la dirección correcta, pero no tan rápido como exige el peligroso mundo en el que vivimos», declaró.

La cuestión era entonces qué se entendía por «mundo peligroso». Para dejarlo claro, el Secretario General recordó las amenazas identificadas en el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN presentado en la Cumbre de Madrid de junio de 2022.

Aunque Rusia era la principal amenaza, no había que olvidar a China. «La profundización de la asociación estratégica entre China y la Federación Rusa, incluidos sus intentos combinados de desestabilizar el orden internacional basado en normas, son contrarios a los valores e intereses de la Alianza», afirmó en su informe.

Desde la perspectiva de la OTAN, desde su creación en 1949 ha habido tres periodos: la Guerra Fría, el periodo posterior a la Guerra Fría y ahora un nuevo periodo «con el retorno de la competición geoestratégica, un fenómeno vinculado al comportamiento agresivo de Rusia y al ascenso de China al poder». Podríamos traducir: al mundo bipolar de la Guerra Fría le sucedió el mundo unipolar, que ahora se ve desafiado por potencias renacidas que reclaman el advenimiento de un mundo multipolar.

Las crisis que acompañan al rearme del mundo forman parte, en su mayor parte, de este proceso de descomposición del orden internacional surgido al final de la Guerra Fría. En 1992, tras el éxito de la primera guerra de Iraq y la caída de la Unión Soviética el año anterior, se filtró al New York Times un documento del Pentágono dedicado a las grandes orientaciones de la política exterior estadounidense. Conocido desde entonces como la «Doctrina Wolfowitz», por el nombre del subsecretario de Defensa que había supervisado los trabajos, este informe da testimonio de la arrogancia que se apoderó de la administración estadounidense en aquel momento y arroja una luz sorprendente sobre el «momento hegemónico» estadounidense que hoy parece llegar a su fin ante nuestros ojos.

El principal objetivo político y militar de Estados Unidos, tal y como se recoge en este documento, era impedir la reaparición de cualquier nuevo rival. Como señaló el New York Times, un «concepto de dominación benévola por parte de una sola potencia» contrastaba con el enfoque multilateral y colectivo que había surgido tras la Segunda Guerra Mundial, cuando las grandes potencias crearon la ONU.

En cuanto a la OTAN, el documento del Pentágono subrayaba su importancia fundamental como «principal instrumento de defensa y seguridad de Occidente», pero también como «canal de influencia y participación de Estados Unidos en los asuntos de seguridad europeos». «Aunque Estados Unidos apoya el objetivo de la integración europea, debemos tratar de impedir la aparición de acuerdos de seguridad exclusivamente europeos que socavarían a la OTAN», añadía el informe.

Europa puede rearmarse cuanto quiera, pero no puede eludir indefinidamente la cuestión esencial de su autonomía estratégica. Una cuestión que ya figuraba en este documento del Pentágono escrito hace más de treinta años.

Fuente: Boulevard Voltaire