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En torno a la derecha identitaria: cosmopolitas contra arraigados


Pedro Carlos González Cuevas | 07/05/2021

Se trata, además, de un problema que afecta sobre todo a las clases populares. Didier Eribon (sociólogo de izquierdas y biógrafo de Michel Foucault) ha descrito de una manera muy gráfica la experiencia de su familia, antigua votante del PCF, ante los retos que implican la competencia económica y la coexistencia social con las minorías musulmanas.

Un nuevo contexto que provocó su voto al Frente Nacional de Le Pen: «Por más paradójico que pueda parecer, estoy convencido de que el voto por el Frente Nacional debe interpretarse, al menos en parte, como el último recurso con el que contaban los medios populares para defender su identidad colectiva y, en todo caso, una dignidad que sentían igual de pisoteada que siempre, pero ahora también por quienes los habían representado y defendido en el pasado. La dignidad es un sentimiento frágil e inseguro: necesita señales y garantías. Necesita, ante todo, no tener la impresión de que uno es considerado una cantidad despreciable o simples elementos en cuadros estadísticos o archivos contables, es decir, objetos mudos en la decisión política».

«Al principio mi madre comenzó a quejarse de la retahíla de hijos de los recién llegados, quienes orinaban y defecaban en las escaleras y que, ya adolescentes, convirtieron la ciudad en el reino de la pequeña delincuencia en medio de un clima de inseguridad y miedo. Se indignaba por cómo dañaban el edificio, desde las paredes de la escalera a las puertas de los depósitos individuales del subsuelo o los buzones de entrada (apenas los reparaban ya los rompían otra vez), por el correo y el periódico que desaparecían con demasiada frecuencia. Sin hablar de los daños a los autos en las calles, retrovisores rotos, pinturas rayadas… Ya no soportaban el ruido incesante, los olores que emanaban de una cocina diferente, ni los gritos de los corderos que degollaban en el baño del departamento de arriba para la fiesta de Aïd el-Kébir (…) El sentido común que compartían las clases populares francesas sufrió un profundo cambio, precisamente porque la cualidad de francés se convirtió en su elemento principal, reemplazando a la de obrero u hombre y mujer izquierda».

De ahí igualmente que la politóloga Chantal Mouffe no considere «fascistas» a los nuevos partidos de derecha identitaria. A su entender, vivimos en la actualidad en Europa un «momento populista»; y estos partidos se presentan como «los adalides de la restitución al pueblo de la voz que le habían quitado las elites. Mediante el trazado de una frontera entre el pueblo y el establishment político, lograron traducir a un vocabulario nacionalista las demandas de los sectores populares que se sentían excluidos del consenso dominante. La acusación de fascistas o de extrema derecha es una manera fácil de descalificarlos, sin reconocer la propia responsabilidad del centro izquierda en su surgimiento».

En realidad, el concepto que mejor describe el contenido del proyecto de estos nuevos grupos es, como ya hemos adelantado, el de «derecha identitaria», ya que su interés se centra en la defensa de la identidad nacional de sus respectivos países, cuestionada tanto por el proceso de globalización y el modelo de construcción europea como por la emigración masiva, sobre todo de raíz musulmana.

En ese sentido, manifiesta una posición nacionalista, que se traduce en la recuperación del poder de decisión de los estados nacionales; plantean la transformación de la Unión Europa en una confederación de naciones; son proteccionistas desde el punto de vista económico, priorizando el mercado interior para que los empleos que se generen lo ocupen los nacionales; rechazan el multiculturalismo, como destructor de la cultura europea; se muestran partidarios del control de la emigración e incluso de cerrar las fronteras. Como ya planteaba Maurice Barrès a finales del siglo XIX, la emergencia de estos nuevos partidos plantea una reedición de la vieja querella entre nacionalistas y cosmopolitas. No se trata de una opinión extemporánea o anacrónica; lo mismo opina el liberal búlgaro Ivan Krastev: el conflicto fundamental se define hoy entre «cosmopolitas» y «arraigados».

Y es que, como señala Wolfgang Streeck: «El identitarismo cosmopolita de los dirigentes de la era neoliberal, originado en parte por el universalismo de la izquierda, hace surgir, como reacción, el identitarismo nacional, mientras que la reeducación antinacional desde arriba da lugar a un nacionalismo anti elitista desde abajo. Quien pone a una sociedad bajo presión económica o moral hasta el punto de la disolución cosecha resistencia procedente de sus tradicionalistas, porque todos los que se ven expuestos a las incertidumbres de los mercados internacionales, cuyo control se les prometió, pero nunca se les dio, preferirán un pájaro en mano a ciento volando: elegirán la realidad de la democracia nacional, por imperfecta que sea, frente a la fantasía de una sociedad global democrática».

No se encuentra muy lejos de este diagnóstico el geógrafo francés Christopher Guilluy, quien denuncia la destrucción de las clases medias y populares como consecuencia de la globalización y de la nueva clase dominante emergente, «la burguesía asocial», a través del multiculturalismo y el desprecio por las identidades tradicionales. En ese sentido, critica la demonización que a diario sufren, en los medios de comunicación, personajes como Donald Trump, la vieja clase obrera, la clase media y el Frente Nacional Francés, que ha logrado representar a los sectores descontentos con la progresiva instauración de los modos y maneras de la nueva sociedad global y cosmopolita.

Pedro Carlos González Cuevas: Vox: Entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria. La Tribuna del País Vasco (Octubre de 2019)

Nota: Este artículo es un extracto del citado libro

En torno a la derecha identitaria

1. Primera parte: ¿Extrema derecha o neofascistas?
2. Segunda parte: Cosmopolitas contra arragaidos