A falta de la debida perspectiva, no disponemos todavía de un canon exportable de la Filosofía española del primer cuarto del siglo XXI. Pese a ello, no arriesgaremos crédito ni hacienda si sostenemos categóricos que Carlos X. Blanco devendrá (tiempo al tiempo) uno de los nombres señeros de dicha nómina, hoy en construcción.
El autor de entregas tan diferenciadas (y sobresalientes) como La Caballería Espiritual, De Covadonga a la nación española o los recientes Ensayos antimaterialistas, no debe confundirse con esa huera legión de plumíferos-lacayunos que laboran en el cortijo de doña Ideosofía (mientras derraman jarabe marxista cultural y corrección política en cada uno de sus gelatinosos abortos intelectivos).
Carlos X. Blanco es un hábil metafísico que ha escuchado el eco de la voz profunda que proviene de las montañas: primero como esteta (lo demuestra en su obra narrativa), y luego como pensador ontológico, en la línea que va de Parménides y Aristóteles hasta Spengler et alia; sus inquietudes son pues las del principio de identidad: no es posible propiciar las bases de una revuelta contra el mundo moderno si antes no se forjó un soporte doctrinal debidamente estable, es decir sistemático. Este soporte ya aparecía codificado en la producción literaria y académica de nuestro autor. Y si faltara algo más por demostrar, ahora aparece La insubordinación de España, suma quintaesenciada de sus preocupaciones últimas en torno al Ser (con mayúscula) y el enigma histórico de España, cuyas inquietudes últimas fluctúan entre la filosofía de la historia y la sociología predictiva.
La insubordinación de España cuenta con un felicísimo prólogo-manifiesto a cargo del gran periodista Raúl González Zorrilla, seguido de las cuatro partes que cohesionan las tesis principales de la obra. Como no es nuestro objetivo «destripar» los contenidos del libro, meramente nos limitaremos a hacer las veces de anotadores de algunas ideas que destacan, explícitas o soterradas, en éste.
Acaso la idea motriz que el libro ilustra sea aquella de que «el declive de Europa no es un calco exacto del declive del mundo clásico o del declive del renacimiento gótico-escolástico iniciado en el siglo XIV. El declive de Europa es parejo a un terremoto cósmico». Un terremoto cósmico, es decir un punto de ruptura sin posibilidad de recuperación: una catástrofe sublimada de la que no restarán sino las partículas de polvo subsistentes tras la demolición cultural pactada por el Gran Capital: «La economía capitalista globalizada y la tecnolatría amenazan seriamente la posibilidad de supervivencia de un alma humana. El Homo sapiens meramente biológico podrá sobrevivir, dejando a un lado los catastrofismos sobre la Guerra Nuclear o la Insostenibilidad ecológica…». Sobre los precedentes a este terremoto, y muy concretamente sobre los preparativos al mismo en el escenario español, tratan las cuatro partes referidas, por sucesión y por complementación: «España va a caer», «El asesinato de España», «Las Españas como katehon» y «Nuestro nuevo y nefasto 711». Por sus títulos se puede intuir el contenido, de todo punto estremecedor, pero también esclarecedor.
Hay sin embargo en el libro de Carlos X. Blanco una idea fija que nos remite a la pesimista filosofía de la historia de Immanuel Kant, quien en la octava proposición de su Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita, iba a establecer que «hay, por lo tanto, un desdoblamiento en el seno de la historia, entre lo vivido por los individuos, sus pasiones, sus combates, sus ambiciones, y lo que se realiza más allá de ellos en el plano universal, la ejecución de un plan oculto de la naturaleza para establecer una constitución que rija perfectamente la política interna y también, con la misma finalidad, la política exterior».
Sobre esta cuestión capital, imposible de aprehender hoy en su totalidad debido a la propia híper-fragmentación de los conocimientos y la tiranía de lo virtual, se ancla la problemática metafísica existente que aturde al español de a pie: este sujeto desconectado de su pasado, moralmente lisiado y enfermo integral a fuerza de cuidar su salud corporal, es una aberración antropológica para las Españas, por cuanto niega la propia naturaleza sustancial del ser español. El grueso de los españoles de hoy, ese somnoliento bípedo-arquetipo post-Régimen del 78, masa quejumbrosa y amorfa de desarraigados y apóstatas, quebranta con su mera (in)existencia la dignidad del español histórico y extemporáneo, esa recia figura cuyo pasado glorioso no se custodia sino en nuestros depósitos doctrinales del Espíritu (literatura, arte, arquitectura, etcétera).
Una mano invisible, en fin, rige los destinos de cada español amordazado y jamás regresado: se diría que el precio de nuestro rescate es inasumible, y que al devenir masa de perdición (así tras tres siglos de gradual infiltración masónica y liberalismo depredador), perdimos el último agarradero espiritual sólido en el que guarnecernos del metálico frío postmoderno. Hay un plan oculto, como muy bien acertó a clarificar Kant, que escapa a nuestras previsiones e incluso a nuestro destino histórico (el no-ser), no ya como esa nación vejada que somos para oprobio de la memoria de nuestros muertos, sino como inexistente entidad solidaria que muere en los oscuros bloques-colmena de nuestras agónicas ciudades, allí donde las luces criminales de los televisores iluminan los rostros mortuorios de los últimos españoles… vivos.
Contra esta catástrofe del espíritu lucha La insubordinación de España, un texto que ofrece soluciones en el diagnóstico. Mi agradecimiento pues al autor, por atreverse a filosofar de pie, ante las ruinas, sin corsés ni otras herramientas auto-censoras.
Carlos X. Blanco: La insubordinación de España. Letras Inquietas (Abril de 2021)
José Antonio Bielsa Arbiol es historiador, locutor radiofónico, crítico cinematográfico, docente, escritor y ensayista. Licenciado en Historia del Arte y graduado en Filosofía por la Universidad de Zaragoza.