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Las verdaderas razones de la retirada estadounidense de Afganistán


Antoine de Lacoste | 06/09/2021

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Desde que Estados Unidos decidió ofrecer Afganistán a los islamistas, muchos han cuestionado la finalidad de lo que seguirá siendo una falla moral y una extrañeza geopolítica.

Algunos plantean la imposibilidad de ganar esta guerra, su costo desorbitado, la corrupción de los líderes políticos afganos elegidos por los estadounidenses, el cansancio tras veinte años de presencia sin avances notables o la renuncia a las quimeras de la democracia impuestas a países que no lo quieren.

Todo esto es más o menos cierto pero no debe enmascarar las dos razones esenciales que se relacionan con la política interna estadounidense y la reversión de la estrategia geopolítica de la Casa Blanca.

La opinión pública estadounidense está cansada de las múltiples, costosas y calamitosas intervenciones externas que han dominado la política estadounidense durante décadas: Irak, Siria, los Balcanes, Libia y, por supuesto, Afganistán que han recibido alfombras de abusos y bombas por razones que, generalmente, se muestran falsas. Se han sostenido en dos puntos usados como banderas: luchar contra el terrorismo y/o derrocar a un dictador «que mata a su propio pueblo», según la sutil fórmula repetida en bucle por los medios de comunicación bajo sus órdenes.

Este sistema ya no funciona porque el pueblo estadounidense vio que les habían mentido, como en Irak y Kosovo, y que esto había creado la anarquía en el país objetivo (Irak y Libia).

La crisis financiera de 2008 acompañó este desafío. Millones de hogares estadounidenses quebraron y sus casas fueron embargadas. Fue un trauma que no medimos lo suficiente en Europa. A partir de entonces, estos humildes blancos que se endeudaron sin dejar de confiar en el sueño americano ya no apoyan esta mala gestión financiera. Hizo feliz al complejo militar-industrial y a la clase política, muy representada directa o indirectamente en muchas empresas de este sector, pero avivó la ira de los nuevos pobres de América.

La culminación de esta ira fue la elección de Donald Trump. El sistema se recuperó y recuperó el control con la cuestionable elección de Joe Biden. Pero ahora entendió que había que tener en cuenta (un poco) a la opinión pública.

La segunda razón de la retirada estadounidense se relaciona con la geopolítica.

En «el gran juego», frase popularizada en el siglo XIX por el inglés Conolly, que representa la lucha entre las grandes potencias, Rusia es el enemigo número uno de Estados Unidos. La caída de la Unión Soviética no cambió nada por razones ideológicas (Putin es muy desagradable) y geográficas (Rusia es el país más grande del mundo y en la confluencia de ejes estratégicos).

Trump hizo pública la acusación contra esta visión que considera obsoleta. Convenció a su país (también a Europa, por cierto) de que China ya no sería un socio sino un adversario por una razón muy simple: iba a superar económicamente a Estados Unidos. Por tanto, debemos concentrar nuestros esfuerzos en su contra y dejar de dispersarnos.

Biden y sus asesores decidieron seguir el mismo camino e incluso aceleraron la retirada estadounidense, a pesar de las reservas del Pentágono que no acepta este análisis. China está bien situada para aprovechar la situación, que es la paradoja de este vuelo estadounidense.

El caos resultante es la consecuencia lógica, pero estamos acostumbrados.

Fuente: Boulevard Voltaire