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¿Qué puede aprender España de la trágica disolución de Yugoslavia?


Sergio Fernández Riquelme | 16/03/2020

Hace treinta años, la antigua Yugoslavia saltaba por los aires. Un Estado multiétnico, fundado por el mariscal Tito y sus partisanos, que no pudo transitar del sistema comunista previo (pretendidamente original y autogestionario) a una nueva confederación democrática y solidaria (entre serbios, croatas, albaneses, macedonios, montenegrinos, eslovenos y bosnios), por etnicismos internos que se creían irreconciliables e injerencias externas (especialmente del eje euroatlántico) que querían atraer a su esfera de influencia a las nuevas naciones independientes.

Treinta años después, España, un pais diverso y plural, unido durante años y estandarte mundial de la Hispanidad, corre el riesgo de ruptura ante etnicismos regionales insolidarios y conflictivos (del nacionalismo vasco al independentismo catalán).

Por ello se hace más necesario que nunca una nueva España soberana que, desde la justicia social, la unidad solidaria y los valores tradicionales, recupere en la clase política y en la propia ciudadania, el orgullo de pertenecer a un proyecto común (y diverso en comarcas y lenguas) y participar de una misión compartida y trascendental para hacer frente a los retos de una globalización, como oportunidad o como amenaza, que afecta no solo a magnitudes macroecoómicas sino especialmente a la vida ciudadana de la población, y en especial a las grupos sociales más humildes (alarmas laborales, políticas, medioambientales o epidémicas).

Una lección de la historia, como magistra vitae, ocurrida hace tres décadas en un territorio entre oriente y occidente, que debe darnos claves para entender la necesidad de una soberanía hispana al servicio de sus ciudadanos más allá de falsas fronteras y proyectos secesionistas sin ninguna base real.

Sergio Fernández Riquelme: El nacionalismo serbio. Letras Inquietas (Marzo de 2020).