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Aleksandr Duguin y Guillaume Faye: arqueofuturismo contra eurasismo


Constantin von Hoffmeister | 13/03/2023

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Guillaume Faye fue un filósofo político y escritor francés que acuñó el término arqueofuturismo, el cual hace referencia a una síntesis de ideas antiguas y futuristas.

Faye creía que la globalización y la inmigración masiva amenazaban el patrimonio cultural e histórico de Europa y que era necesaria una nueva visión para garantizar la supervivencia de la civilización europea.

La actitud de Faye se basaba en preservar las tradiciones europeas al tiempo que abrazaba la tecnología y la innovación. Imaginaba un mundo en el que Europa perfeccionaría su propia especie, colonizaría el universo y construiría naves espaciales con nombres de dioses paganos. En esta visión influye su concepto de Eurosiberia, un bloque de poder que se extiende de Dublín a Vladivostok, inspirado en parte en las ideas del pensador belga Jean Thiriart. Thiriart creía que una Europa unificada como entidad geopolítica y cultural, basada en el concepto de un superestado europeo unificado lo bastante fuerte como para competir con Estados Unidos y la Unión Soviética en la época de la Guerra Fría, no sólo serviría de contrapeso a las potencias dominantes de la época, sino que también sería un medio más eficaz de preservar el patrimonio cultural y la identidad de Europa, que él percibía como amenazados.

Aleksandr Duguin es un controvertido filósofo y activista político ruso conocido por su apoyo al eurasismo, una ideología geopolítica que pretende unir a Rusia con otros países de la región euroasiática para establecer una «civilización euroasiática» frente a Occidente. El arqueofuturismo de Faye se opone al eurasianismo de Aleksandr Duguin en el campo de la filosofía política. La visión de Faye hace hincapié en la importancia de preservar los valores y tradiciones tradicionales de Europa, que se remontan a la antigua Grecia y al Imperio Romano. Sostiene que las ideas de la Ilustración, como el individualismo y el secularismo, han erosionado estas tradiciones y suponen una amenaza para la continuidad de la cultura europea. Duguin, por su parte, critica la idea de la supremacía cultural europea y aboga en cambio por un mundo multipolar en el que puedan coexistir y cooperar diversas civilizaciones, incluidas Rusia y China.

Dado que Estados Unidos es esencialmente una entidad en el dominio civilizacional europeo, Faye lo ve como un adversario más que como un enemigo. Advierte de los peligros de descuidar los ideales y tradiciones europeos y considera que la noción de eurasismo de Duguin es una amenaza para la supervivencia de la civilización europea. Duguin, por su parte, ve a Occidente, que incluye a Europa y Estados Unidos, como el principal enemigo y afirma que sus valores liberales ponen en peligro la supervivencia de otras culturas. Cree que Estados Unidos encarna todo lo que está mal en el mundo moderno y rechaza por completo el concepto de supremacía cultural occidental.

Faye y Duguin tienen opiniones opuestas sobre la implicación de Rusia en Europa. Faye cree que Rusia debería ser miembro de un bloque de poder eurosiberiano que se extendiera desde el Atlántico hasta el Pacífico, que sería una entidad política y económica autosuficiente con influencia mundial. Dados sus lazos culturales e históricos comunes, Faye ve a Rusia como un aliado natural de Europa y cree que la cooperación entre Europa y Rusia es esencial para el futuro de la cultura europea. Duguin, por su parte, cree que en un mundo multipolar, Rusia debe asumir el liderazgo como unificador del corazón euroasiático. Se opone al concepto de un mundo unificado eurosiberiano (o «euroruso») en favor de un orden mundial más fragmentado, en el que varias civilizaciones cooperen y compitan. Duguin ve a Rusia como un contrapeso a la hegemonía cultural de Occidente y cree que debe luchar para promover los intereses del llamado mundo «no occidental».

En su libro Arqueofuturismo, Faye habla del transhumanismo. Examina el potencial de la tecnología para transformar la humanidad y la sociedad, al tiempo que advierte de los peligros de la fe ciega en el progreso tecnológico. Faye argumenta que, aunque el transhumanismo tiene el potencial de hacer avanzar significativamente la medicina y la longevidad, también conlleva el riesgo de deshumanizar y mercantilizar a los individuos. Faye también advierte de que el transhumanismo podría exacerbar las desigualdades sociales existentes, ya que sólo los ricos pueden permitirse tecnologías avanzadas. Dugin ha mencionado el transhumanismo en varias obras, entre ellas su libro La cuarta teoría política. Duguin critica el transhumanismo como una ideología que aspira a sustituir al ser humano tradicional por una criatura posthumana tecnológicamente mejorada, lo que en última instancia conduciría a la abolición de la humanidad tal y como la conocemos. El transhumanismo, afirma, es un síntoma de la fijación del mundo moderno por el progreso técnico, que ha conducido a la deshumanización de la sociedad y a la erosión de los valores convencionales. Duguin sostiene que el transhumanismo es una visión nefasta y nihilista del mundo que amenaza el destino de la humanidad.

El conflicto entre las visiones de Faye y Duguin ilustra el mayor desacuerdo entre sus perspectivas sobre el significado de la tradición y el patrimonio en el mundo moderno. Mientras que Faye cree en la necesidad de preservar el patrimonio cultural e histórico de Europa y considera que Estados Unidos se ha alejado de su matriz europea, Duguin rechaza por completo la idea de la superioridad cultural de Europa y ve a Estados Unidos como una amenaza para otras civilizaciones. A pesar de sus diferentes perspectivas sobre el lugar de Rusia, Faye y Duguin coinciden en que el actual orden mundial está controlado por los valores liberales occidentales, que deben ser cuestionados. Faye cree que una Europa y una Rusia unidas son necesarias para combatir esta supremacía, mientras que Duguin apoya un orden mundial más fragmentado en el que coexistan pacíficamente diversas civilizaciones. Por último, sus diferentes puntos de vista sobre la participación de Rusia reflejan una disputa más amplia sobre el mejor enfoque para preservar y desarrollar el patrimonio cultural e histórico de sus regiones.

Combinando los conceptos de Faye y Duguin puede surgir una nueva visión de Europa. Aunque acepta el progreso tecnológico, esta visión hace hincapié en la preservación del patrimonio cultural e histórico de Europa. El concepto de Großraum de Carl Schmitt se utiliza para imaginar Europa como un gran espacio de alta tecnología. En esta visión, Europa sería miembro de un orden multipolar, interactuando amablemente con otras civilizaciones. La combinación del énfasis de Faye en la continuidad cultural y la visión multipolar de Duguin permite a Europa conservar su carácter propio al tiempo que promueve un orden mundial más armonioso y pacífico. La dificultad, sin embargo, estriba en conciliar estos puntos de vista aparentemente contradictorios. Resolver este dilema es esencial para que Europa desempeñe un papel clave en la configuración del futuro del mundo. En lugar de ser identificada por su pasado colonial o su supremacía cultural, la visión propuesta presenta a Europa como líder en tecnología e innovación.

Fuente: Euro-Synergies