Debido a los actuales acontecimientos, se está produciendo un intenso debate tanto en los partidos de la democracia burguesa liberal como de la democracia burguesa de izquierdas acerca de la gestación subrogada.
Un debate que, si viviéramos en una sociedad sana y coherente, ni siquiera debería estar produciéndose. Pero vivimos en una sociedad donde el relativismo cultural ha alcanzado a todas las estructuras debido a la necesidad del capitalismo monopolista financiero de transformar todo lo que pueda en una mercancía. Uno de los brazos armados del capital, la democracia, ha conseguido generar este perverso debate.
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Asistimos con horror a la mercantilización del ser humano. A su deshumanización. Vivimos en una época en donde aquel que tenga dinero puede comprar un ser humano. La cosificación del ser en mercancía en su grado más alto. Y, esta cuestión, es ante todo una cuestión moral. No existen el bien y el mal relativos. Existen el bien y el mal absolutos. Defender la compra de seres humanos es situarse en el lado del mal. Los seres humanos tenemos valor por nosotros mismos. Nuestra propia existencia es el valor, tenemos valor como fines en si mismos pero, jamás, deberíamos tener un valor de uso y un valor de cambio, propios de un objeto.
La decadencia de Ocidente se ve en la perdida de todas las estructuras éticas. La moralidad se ha escindido. En la época de la posmodernidad, cada uno tiene su moral. No existe una moral de comunidad, no hay reciprocidad, no nos identificamos con los otros, con aquellos que son igual que nosotros. Esta posmodernidad, promovida por el capital, con esta moralidad y éticas relativas a un yo individualizado y exacerbado, han posicionado al ser humano mas cerca de ser una «cosa» que un ser vivo. No solo somos una mera extensión de una maquina para producir una cosa sino que, ahora mismo, el ser humano ya es considerado como una plusvalía. Algo que se puede producir y, por desgracia, comprar.
Pero no solo es una cuestión moral. También, es, ante todo, una cuestión de clase. Quienes sufrirán las consecuencias son, en este caso, las trabajadoras, que gestarán un bebe que les será arrebatado a los 9 meses por dinero. Madre e hijo son mercancías, como el capitalismo quiere<. Sin lugar a dudas, en el momento que la democracia ha decidido abrir el debate, la elite democrática aprobará la gestación subrogada y podremos llegar a ver granjas de bebes, gestadas por madres con pocos recursos, para que esos bebes sean entregados a las élites que por ellas mismas no puedan tener hijos.
El famoso Cuento de la criada de Margaret Atwood ya imaginó una distopía creada por una sociedad fundamentalista donde esto sucedía. Esta distopía está a punto de hacerse realidad pero no en una sociedad religiosa si no en una sociedad demócrata y liberal, donde la compra y venta de bebes va a estar regulada por el libre mercado. Son los liberales quienes llaman a aprobar la gestación subrogada pues, para ellos, es un acto de libertad irrestricta de los seres humanos. Pero la libertad irrestricta de los seres humanos que conlleva la transacción de seres humanos como si fueran una mercancía, debe ser prohibida por el órgano que debe defender los derechos de los trabajadores nacionales. Cuando la libertad irrestricta de las personas conlleva hacer el mal, debe ser prohibida por la nación a través del Estado.
Democracia, liberalismo, posmodernidad y capitalismo se dan la mano una vez más, para avanzar en la destrucción de occidente. El veneno del liberalismo se extiende por todas las naciones europeas. El mal siempre es mas fuerte que el bien pero aquellos que todavía creemos en un bien absoluto, en hacer el bien por hacer el bien, es necesario que nos posicionemos abiertamente en contra de la compra y venta de seres humanos. La esclavitud no fue abolida, simplemente, se cambio de nombre por capitalismo. Es mas necesario que nunca que nos mantengamos en pie en un mundo en ruinas.
Santiago Prestel es de profesión servidor público y de vocación filosófica. Esta inquietud le ha llevado a estudiar en profundidad los movimientos nacional–revolucionarios y nacional–sindicalistas en España. Desde muy joven ha estado ligado a organizaciones de carácter social y nacional de Madrid. Todo ello con el único afán de tratar de mejorar las condiciones de vida de los españoles a través de la justicia social.