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Nietzsche, Fukuyama y la enfermedad antihistórica


Diego Fusaro | 13/12/2021

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El abandono del sentido histórico es una constante del pensamiento contemporáneo. Este último, en la forma (a la que ya estamos acostumbrados) del aparente pluralismo multicéntrico y polifónico, profesa en el plural una única verdad, la del pensamiento único dominante y su objetivo, la santificación sub specie mentis de la realidad en su estado actual.

Se puede encontrar en una rica y accidentada gama de formaciones ideológicas profundamente diferenciadas, si no opuestas. Van desde el pensamiento posmoderno (que neutraliza el sentido de la historia haciéndola estallar en una miríada caótica de acontecimientos inconexos y, por tanto, babélicamente desprovista de un sentido que vaya más allá de la rapsodia del puro acontecer) hasta la filosofía analítica (con su programática eliminación del «factor historia» del pensamiento filosófico), encontrando siempre en el trillado teorema del fin de la historia su propia función expresiva implícita de referencia.

Incluso las posiciones más aparentemente incompatibles se revelan, si se leen con transparencia, como secretamente unidas en su función expresiva antihistórica. Su trasfondo común sigue siendo lo que podría connotarse, con razón, como un tránsito desde la «enfermedad histórica» (Nietzsche) decimonónica, que aspiraba a reconducir todo al terreno de un devenir desprovisto de su inocencia por el peso de los dispositivos cronosóficos de las filosofías de la historia, hasta la enfermedad antihistórica contemporánea, que pretende cerrar los relatos con la dimensión de la historicidad. Que el axioma del fin de la historia conlleva su propio valor ideológico intrínseco y que, al igual que la abusada fórmula «globalización», esconde una actuación prescriptiva bajo el barniz de una descripción aparentemente anodina es, por otra parte, evidente.

Esto se ve apoyado por el hecho de que el lema de Francis Fukuyama no ofrece una expresión teórica de la condición real que ha surgido desde la caída del Muro de Berlín, el último baluarte (al menos a nivel imaginario) contra la globalización mercantil (la rápida reconfiguración, en la antigua República Democrática Alemana, de las cátedras de Hegel y Marxismo en las cátedras de filosofía analítica es significativa a este respecto). Por el contrario, el axioma del fin de la historia resume un programa ampliamente compartido por la cultura contemporánea en sus articulaciones más heterogéneas.

Podría condensarse en la frase «acabar con la historia», para que los pueblos, las sociedades y los individuos se convenzan de que no hay más mundo que el existente: es decir, para que se persuadan de que la realidad agota la posibilidad, de que el ser-potencial es coextensivo con el ser, de que el futuro no puede ser otra cosa que el presente proyectado en las regiones del «todavía-no» de resonancia blochiana.

Diego Fusaro: 100% Fusaro: Los ensayos más irreverentes y polémicos de Diego Fusaro. Letras Inquietas (Julio de 2021)

Traducción: Carlos X. Blanco

Fuente: 21Avig