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Costanzo Preve analizó el todo social con los ojos de la inteligencia filosófica


Salvatore Bravo | 08/11/2022

 Nuevo libro de Santiago Prestel: Contra la democracia

La crisis de la función intelectual es un reflejo de la crisis que involucra a todos los sectores de la vida social y económica. La totalidad del sistema social en el que vivimos es falso. Es la «verdad» absurda de la condición contemporánea con el agravante de que lo falso no escandalice. No hay escudos contra la sociedad del mercado del espectáculo. De hecho, es aclamado y llevado religiosamente a los altares para ser adorado. Toda manifestación de vida relacional está marcada por la ausencia de verdad, toda acción lleva en sí fines adquisitivos.

Para lograr este objetivo, se recita lo falso: se enseña en lenguaje orwelliano, y se llama «educación empresarial». Uno debe aprender a conocer al otro, a comprender sus gustos y debilidades para poder atraerlos y posiblemente saquearlos. Lo falso (en una perversa conversión del bien en mal) es la ley que rige, es el fin de toda «educación». Ninguna educación sentimental, sino sólo educación en el cálculo y el cinismo. En la venta global, en la identificación de todos y de todo, cada uno vende lo que puede: hay quien vende su imagen, porque no tiene nada más que ofrecer en el mercado. La desvalorización del ser humano es la ley del totalitarismo del mercado. Los últimos así subsumidos se ven obligados a vender su propio cuerpo, que se convierte en un fetiche para ser adorado en una especie de regresión pública pagana. Los dominados son a menudo los cómplices involuntarios del sistema, y no han conocido más que la totalidad como falsedad. Tras la caída del Muro en 1989, rige el modelo único de razón liberal, ya sin katechón.

En la sociedad que se declara la más pluralista de la historia, rige el modelo único del mercado, que ha entrado en relaciones, en el orden de los conceptos, en el cuerpo vivido (Gestell): fuera del mercado no hay nada. Un ser perverso parmenídeo se desliza entre nosotros, lo asimila todo, no admite contrastes dialécticos. El sometimiento a la nueva divinidad totalitaria no puede ser más completo, la alienación se ha convertido en la ley de la nueva libertad sin transgresión, porque todo está permitido, mientras no se piense en ello. El mercado como modelo de vida no tiene nivel axiológico, se nutre de la irrelevancia. En este contexto, el intelectual, como grupo social, forma parte de la totalidad de lo falso. Es el grupo subsumido por los gobernantes de las finanzas, el grupo que se convierte en el mediador simbólico de lo falso.

El poder dispone no sólo de cuerpos y comportamientos, sino especialmente de palabras. Los «intelectuales» -que deberían liberar a través de la palabra- han empobrecido en cambio el léxico, eliminado el subjuntivo, el modo de posibilidad, por el indicativo solamente, el modo de certeza, inaugurando la alienación del lenguaje. El lenguaje soez, que hace guiños al lenguaje de la gente, es la forma más inmediata de obtener consentimiento y condicionar a los subordinados para empujarlos a la jaula del mercado. El lenguaje ya no es un símbolo que une, sino un instrumento perverso de inclusión. Los «intelectuales» son un grupo divisorio, su intención es subsumir y atomizar, pues son contratados por el poder. Periodistas y académicos se vuelven parte de la estructura de poder, la clonan, la reproducen. El símbolo, en su significado profundo, es unión, es parte de la esencia de la comunicación, se pone en común para completar una perspectiva, combinar información y llegar al concepto. Los «intelectuales» en cambio trabajan, para que esto no suceda, y han sustituido el concepto por parloteo (Gerede) con el que alejar a cada uno de sí mismo y del mundo histórico. La alienación lingüística es una desrealización organizada, un crimen de lesa humanidad sobre el que reina el silencio.

Costanzo Preve como «intelectual anómalo»

Los que dicen «no», se ha dicho, son raros, y por lo tanto inmensamente preciosos. Costanzo Preve es un ejemplo de ello. Se despidió del intelectual «comprometido», como omnipresente, y rayano en la cultura del hacer y el parecer. El intelectual comprometido corre el riesgo de ser parte del narcisismo socialmente integrado. El compromiso declinado en presencia de los medios corre el riesgo de convertirse en activismo narcisista. Además, la presencia hipertrófica de la imagen hace que el intelectual pase a formar parte del circo mediático, porque para utilizarlo debe pagar el peaje de la omnipresencia visual con su propia honestidad intelectual. La alternativa al intelectual comprometido ha sido el intelectual orgánico, que inevitablemente se vuelve parte de un mecanismo: el partido y el movimiento. Si eres parte de un sistema, el compromiso, la alienación parcial e ideológica es inevitable (…).

Costanzo Preve ha sido durante mucho tiempo un «intelectual», aunque de segunda fila y no de primera. Pero hoy ya no es así, y pide ser juzgado ya no sobre la base de ilusorias afiliaciones grupales, sino sobre la base exclusiva de sus adquisiciones teóricas. Y finalmente comenzaremos a hablar de estos.

Costanzo Preve no se consideraba un «intelectual», subrayaba su distanciamiento del circo mediático, del clero de los oratores, del nuevo clero dedicado al mérito de la palabra y más… Se consideraba un pensador divergente. Dividió a los pensadores en dos clases: los convergentes y los divergentes. Los primeros convergen hacia caminos seguros y académicos, los segundos escapan del rebaño y de las convenciones, para divergir hacia horizontes que nadie ha pisoteado. También pueden perderse y tomar el camino equivocado, pero lo más importante del pensador es arriesgar lo nuevo, abriendo una brecha en el manto de plomo de lo «políticamente correcto». El precio de la libertad puede ser la marginalidad -muchas veces no sin sufrimiento- de los circuitos del poder establecido, pero no queda otra si queremos crear y comunicar un mensaje emancipador. Sócrates es el modelo de Constanzo Preve: en un momento en que la verdad parece ser la vergüenza de la que escapar, el diálogo, el logos se convierte en la máxima transgresión. Sobre todo no debe hablar la imagen, sino la palabra, porque el logos se acerca a lo universal con la palabra significante, lo demás es secundario.

Necesitamos palabras y no imágenes, por eso necesitamos modelos que nos recuerden que otra forma de vida es posible. La misión del intelectual que vive y busca en espíritu de verdad es testimoniar que se puede dejar el señuelo de la falsedad y del poder y que la actitud adaptativa e inclusiva es una de las posibilidades de vivir, pero no la única. y ciertamente no lamejor. El intelectual debe ser inteligente. Esta afirmación parece trivial, pero no lo es. La palabra inteligencia proviene de intus legere, leer adentro. La persona inteligente debe enseñar a ir más allá de la inmediatez y de la reproducción de lo falso, para ser vehículo de la verdad.

Para mirar la totalidad presente con los ojos de la inteligencia, se debe practicar la libertad de las estructuras de poder, con los estereotipos adjuntos. Significa compromiso, pero no aceptar la servidumbre ideológica de la institución que quiere que esté en el cepo.

Fuente: Petite Plaisance Blog